Su figura espigada, alta, su cabello de rizado natural, casi infantil, su hermoso rostro apenas maquillado y su sonrisa siempre sincera, pocos podrían pensar que ya tiene 40 años. La natación, que practica todos los días en punto de las 6:30 de la mañana, ha hecho un buen trabajo en ella, no sólo en su cuerpo, sino en su espíritu amable, alegre y emprendedor. Pero no se trata de una deportista, ni de una modelo, es la propietaria de Marisa, una de las pastelería más exitosas de la zona metropolitana, famosa por sus deliciosas galletas que, desde la primera abierta hace ocho años hasta la que cualquier goloso pueda degustar ahora mismo, conserva ese sabor casero, natural, sin conservadores, son sabor a corazón.
Aunque pudiera parecer un crecimiento rápido, Marisa Lazo asegura que en realidad el propio negocio es el que le ha marcado el ritmo. “Si tuviera una estrategia ésta sería la de ser muy disciplinada y organizada, no gastarme todo lo que gano, sino ahorrar y reinvertir en el propio negocio, nunca solicitar un préstamo.
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